Mucho ha cambiado desde el 22 de abril de 1970, cuando 20 millones de estadounidenses tomaron las calles para participar en el primer Día de la Tierra, una celebración nacional de concientización lanzada por el senador de Wisconsin Gaylord Nelson, con el objetivo de promover la protección medioambiental en la agenda política de su país.
Los organizadores y participantes, de costa a costa, visitaron parques públicos y universidades para educar a la gente sobre los daños irreversibles que hemos causado en el medio ambiente. Con solo ese evento, organizadores y educadores encendieron por primera vez un dialogo público sobre la conservación del medio ambiente. El Día de la Tierra 1970 fue una coalición caleidoscópica: unió a republicanos y demócratas, ricos y pobres, empresarios y labradores sencillos, habitantes sofisticados de las ciudades y productores agrícolas. Esto apalancó la creación de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos y sentó las bases para la aprobación de las leyes de Aire Limpio, Agua Limpia y Especies en Peligro.
“Aquello fue como una apuesta”, recuerda Gaylord, “pero funcionó”.
Mucho ha ocurrido desde entonces, para bien y para mal. En 1970 apenas comenzamos a entender cómo las actividades humanas impactan el balance de la vida en este planeta. Impactantes fotos de la Tierra tomadas desde el espacio le brindaron a este incipiente movimiento ambientalista un símbolo inolvidable que enfatizó tanto excepcionalidad como fragilidad de nuestro planeta: aquel mármol azul brillante flotaba en el vacío del enorme espacio. Desde esa nueva ubicación, muchos comenzaron a entender la urgente necesidad de conservar nuestro hogar.
Desde entonces, los resultados de un rápido crecimiento de población y de los intensos patrones de consumo han afectado el planeta en formas que eran difícil de imaginar hace 45 años, desde ver trozos de hielo de los polos derritiéndose hasta conocer que las profundidades de nuestros océanos se están acidificando. Más gente, más consumo, más actividad industrial… este ciclo vicioso de la conducta humana ha perturbado el balance en la biosfera, el ciclo hidrológico, el clima y otros los sistemas vitales de la Tierra. Como resultado, la mayoría de nuestras especies y ecosistemas, así como muchas culturas humanas, están amenazadas.
Aunque estas amenazas han proliferado, hemos ganado nuevas herramientas para confrontarlas, incluyendo muchas que son esenciales para el enfoque del trabajo en conservación que realiza Rainforest Alliance: la agricultura climáticamente inteligente, la agrosilvicultura, los mercados voluntarios de carbono, controles biológicos de pestes y nuevas plataformas de comunicación que fortalecen las redes de capacitación entre iguales.
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