Guatemala tiene lugares memorables. El Lago Atitlán sin duda debe aparecer en el itinerario de todo turista que visite este país centroamericano. Rodeado de tres volcanes, alberga la denominada “Atlántida Maya”, una ciudad que se sucumbió cuando las aguas del lago aumentaron.
Pero más allá del espectacular paisaje e historia, también es el hogar de más de 8,000 micro pequeños productores de café. Este cultivo es un punto de encuentro para varias comunidades que, pese a su cercanía, difieren en cultura, tradiciones, idioma, ya que juega un papel determinante en la economía local.
El año pasado, en Rainforest Alliance iniciamos el trabajo con diferentes grupos de micro pequeños productores de la cuenca del lago de Atitlán, implementando prácticas agrícolas climáticamente inteligentes y desarrollando diferentes e innovadoras herramientas de trabajo. ¿Se imaginan aprender nuevas técnicas mientras armamos un rompecabezas?

En esta primera etapa, la labor la venimos desarrollando con 700 productores, pero no dudamos que su impacto en la implementación de buenas prácticas será positivo, principalmente en temas de salud y seguridad ocupacional, conservación de suelos, recursos hídricos, conservación de la biodiversidad, adaptación y mitigación al cambio climático y uso adecuado de productos químicos.
Y estamos así de optimistas pues incluso ya hay varios grupos de productores que tienen un mercado asegurado para la próxima cosecha, siempre y cuando para entonces hayan obtenido la certificación Rainforest Alliance, tal como lo ha solicitado el comprador en Estados Unidos.
Claro, para sacar adelante la tarea hemos tenido la suerte de contar con muy buenos aliados, como Anacafé y Volcafé, que nos apoyan en la planificación de diferentes actividades, así como también en el trabajo en campo. A ellos se suma el apoyo económico de Dunkin Donuts, de quien provienen los fondos para atender a estos pequeños productores de café.

Meses atrás, nuestro compañero Mario López visitó la zona y estuvo conversando con don Julián Cotuk, un productor de 72 años y miembro de la organización ADENISA, a quien le hizo algunas sugerencias para mejorar su producción y la conservación de los recursos. Para sorpresa de Mario, recientemente don Julián le llamó por teléfono para contarle que ya estaba aplicando varias de las recomendaciones y luego le envío unas fotografías que reflejan dicha ejecución. “Don Julián es un ejemplo a citar, y así como él hay muchas personas más que están trabajando fuertemente en la implementación de prácticas de una agricultura climáticamente inteligente”, comenta Mario al recordar la anécdota.
No ha sido fácil, pero los retos que se han presentado para lograr los objetivos son un aliciente para trabajar cada día de la mano con los productores de esta región guatemalteca, quienes comparten el sueño de asegurar la conservación de uno de los más valiosos recursos de la zona y del país, el impresionante Lago Atitlán.